Es escritor. Estudió Letras. Se dedicó a la docencia. También ocupó cargos públicos, siempre relacionados al arte y la cultura local. Ejerce desde hace muchos años el periodismo. Alejandro Fontenla, próximo a presentar su novela El mundo que vino después, conversó con el Pasajero acerca de su nuevo libro, de la literatura y del proceso creativo a la hora de escribir. Lo demás, viene después.

Por Floriana Assenti - Fotos por Roberto Borda

 ¿Cómo se dio tu camino como escritor?

Mi recorrido en la literatura parte de una vocación que surgió muy temprano, en el colegio secundario. Después estudié Letras en la Facultad de Humanidades. Trabajé siempre en la literatura: como docente, como crítico, como tallerista. Mi pasión fundamental siempre fue leer y escribir. Colaboré en distintos diarios del país, en el Centro Editor de América Latina y fui docente en la Facultad y becario del CONICET. Fue una vida dedicada a la literatura, que para mí es una pasión, un placer y una pasión.
Mis padres fueron músicos, de hecho se conocieron como pianistas de la orquesta estable del Teatro Colon. Desde chico me moví en el mundo de los teatros y en el ambiente artístico.

Escribiste también letras para obras musicales

Escribí una cantata dirigida por mi padre, que fue la obra Cristóforo y se estrenó con la Orquesta de la Universidad Nacional de San Juan. Y después la ópera Sonata de Primavera, que tuve la suerte que se estrenara en la temporada oficial del Teatro Argentino de La Plata. Mi padre era de Buenos Aires y para ese entonces yo ya estaba viviendo acá en La Plata. La presentamos en el Teatro Colon, pero también acá en la ciudad.

¿Cómo fue el recorrido en los medios?

Trabajé muchos años en La Nación, cuando sacaba su edición en La Plata. Hacía una columna de literatura los domingos. Cuando esa edición local cerró, empecé a trabajar en el suplemento Cultura y Nación. Con las columnas en el diario El Día comencé en el 2008 y sigo hasta ahora. Es un lindo trabajo porque publico mis notas en la página editorial, muy bien editadas y no tengo ningún tipo de bajada de línea. Son columnas de actualidad y de cuestiones globales, pero abordadas desde un punto de vista cultural.

¿Cómo crees que se da esta articulación entre ser escritor y ser periodista?

Si vos repasás los nombres de los grandes escritores, como García Márquez, Mallea, Borges, Arlt, salvando las distancias, a todos les ha gustado escribir en el periodismo, aparte de la literatura. A mí también. Quizá porque uno escribiendo en los medios, en tanto escritor, no está atado a la coyuntura. Es decir que nadie te pide que escribas sobre lo que pasó ayer. Es un trabajo muy libre donde uno vuelca incluso parte del trabajo literario. Y además te permiten escribir en primera persona, utilizar metáforas y otra serie de recursos.

¿Cómo abordás el momento de sentarte a escribir?

Esta es la primera novela. Siempre escribí otro tipo de cosas, libros de cuentos, libros de poemas o trabajos críticos, así que ésta me la debía. Creo que por eso mismo me dio tanta felicidad y placer, y trabajé tanto. Fueron tres años. Creo que me llegó el momento y lo agradezco. Siempre había escrito textos breves, nunca pensé que un trabajo de largo aliento y sostenido iba a ser tan apasionante y con tanta energía creadora puesta en juego.

¿Qué podés contar acerca de El mundo que vino después?

Es una novela que tiene un disparador autobiográfico, que fue un accidente que tuve hace tres años y medio, tras el cual quedé en un estado de convalecencia. Cuando me recuperé un poco, vi unos papeles que tenía en mi mesa de trabajo: eran en parte unos documentos personales, y en parte unos apuntes sobre pueblos originarios que había empezado a estudiar por gusto. Estaba en una larga licencia, tenía que matar el tiempo, y entonces empecé a escribir sobre esas dos historias. Hasta que llegué a la página treinta y me dije: "o dejá o ponete las pilas".
La parte histórica, que es la de los pueblos originarios, formó parte de un proceso muy hermoso porque en la época en que fue el accidente yo tenía la necesidad de emprender un proyecto de investigación. Y entonces seguí profundizando. Fue muy apasionante leer tanto sobre ese mundo. El Estado invirtió en mí en los tres niveles de la educación y en el posgrado, y sin embargo nunca me habían hablado de estas cosas. Cuando reuní un corpus, me dije "esto no es un libro de historia. Es una novela" y tuve que pensar cómo resolverlo literariamente. Ese trabajo de trasposición de lenguajes me gustó mucho.

¿Cuál te parece que es el rol de la literatura en la actualidad?

Yo empezaría por decir que en este momento la literatura, y en particular la narrativa, en todo el mundo está pasando por un momento de creatividad extraordinario. Los novelistas que surgen son maravillosos. Creo que ese interés y esa creatividad, están en proporción inversa a la decadencia de otros discursos. Por ejemplo el discurso de los medios o el discurso de la política. Vos pasás los noticieros o lees los medios gráficos, y lo que dicen es siempre lo mismo. Más allá de la ideología, son absolutamente previsibles y es como si tuvieran un molde para cubrir la información, del cual no pueden salirse. Los escritores, al contrario, son cada vez más sorprendentes.
Yo creo que la literatura, intencionalmente o no, siempre jugó un papel crítico. Aunque no se lo proponga. Si vos pensás en los orígenes de la novela, con Cervantes por ejemplo, ves que El Quijote se presenta como una obra aparentemente absurda y sin embargo es una crítica y una reivindicación de valores que están disfrazados de anacronismo, pero que son legítimos y permanentes. Con García Márquez también pasa lo mismo. Sobre Cien años de soledad, se decía que Macondo era el patio trasero de América Latina, por tanto era una mirada crítica.

¿Los lugares donde se desarrollan la historia tienen una proximidad con vos?

La historia tiene una parte contemporánea que se desarrolla en Bernal y en La Plata. El libro se va a presentar en esos dos lugares. En La Plata vivo desde el 1983, aquí estudié, me recibí y formé mi familia. En Bernal viví desde chico hasta los veinte años, y no volví más. Sin embargo, por contactos y a través de las redes sociales, se armó una movida muy linda ahí con todos mis viejos amigos a propósito de la presentación del libro.
La parte de los pueblos originarios se desarrolla en el actual territorio argentino. Y la investigación me permitió realizar un viaje apasionante a las zonas de los principales asentamientos aborígenes.

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