La productora Riocine lleva a las pantallas del mundo relatos inspirados en la ribera del Río de la Plata. Su más reciente trabajo, “La vendedora de lirios”, estuvo a poco de quedar nominada para los Oscar 2021.
Por Walter Szumilo
Dirigido por el berissense Igor Galuk, el cortometraje de ficción “La vendedora de lirios”, permitió en los últimos meses que cinéfilos de latitudes remotas tomen nota de tribulaciones migrantes en esta orilla de la desembocadura del Río de la Plata.
Como en la gran mayoría de los trabajos de la productora Riocine, en el corto estrenado el año pasado la pantalla se puebla de imágenes y sonidos que caracterizan a la ribera que se extiende desde Berisso hasta la bahía de Samborombón. En este caso en particular, desde el bello paisaje emerge la figura de Jacinta y su nieta Indira, migrantes bolivianas que venden flores -o al menos lo intentan- en la puerta del cementerio de Magdalena.
En los últimos años, para los integrantes de la productora platense, la presencia en festivales internacionales de cine independiente fue moneda corriente.
Sin embargo, “La vendedora de lirios” barrió nuevas fronteras, al punto de resultar preseleccionada para obtener una nominación en los Oscar 2021 en la categoría Mejor Cortometraje de Ficción. Si bien finalmente no formará parte de la 93a entrega de los premios de la Academia de Hollywood, tras su estreno el pasado junio en el17o International Ethno Film Festival Djakovo de Croacia, la película suma más de cincuenta selecciones oficiales y diez premios en festivales internacionales, viajando por Polonia, Colombia, Corea del Sur, Trinidad y Tobago, Italia, Estados Unidos y tantos otros países.
El corto se realizó gracias al apoyo del Fondo Nacional de las Artes (FNA), el Programa PAR organizado por la Secretaría de Arte y Cultura de la Universidad Nacional de La Plata ( U N L P ) , e l Departamento de Artes Audiovisuales (DAA/FDA), UntrefMedia y Panorama. En dieciocho minutos y medio de duración, permite al espectador experimentar la sensación de olvido y abandono que embarga a las protagonistas en su dura y solitaria lucha para ganarse la vida y sobreponerse a un contexto de discriminación.
TERRITORIO
“Es difícil definir una ribera”, aprecia Igor Galuk, invitado a conversar sobre el territorio desde el que emergen la mayoría de sus películas.
“La ribera es cada una de las personas que la habitan y la disfrutan, que se relacionan con la naturaleza. Es un lugar que se conoce poco. Creo que venimos de un proceso muy largo de darle la espalda al río”, avanza en la definición, poniendo el acento en que 'este borde olvidado en el tiempo, en el que habitan tantos seres' merece ser redescubierto por quienes lo pueblan. “De a poco creo que eso empieza a suceder. Es un espacio hermoso, único y es muy lindo invitar a los espectadores del mundo a conocerlo a través de nuestras historias, sean documentales o ficción”, añade. “La vendedora de lirios” cuenta una historia de inmigración contemporánea. En el fugaz relato al que le ponen el cuerpo y su expresión Jacinta Pinto y la pequeña Indira Torrez Serrudose proyectan muchísimas otras historias de
migrantes bolivianos, peruanos, colombianos, venezolanos o senegaleses.
En algún punto, convergen en ella de algún modo historias migrantes de mayor antigüedad. De hecho, la familia Galuk llegó de Bielorrusia a Berisso a principios de la década del '30 del siglo pasado. “Se acomodaron con cuatro chapas y un poco de paja que hacía de colchón. Hay elementos comunes en las historias de todos los migrantes. Tenemos una sociedad que a veces se olvida un poco de sus orígenes. Yo soy un migrante más: mis abuelos nacieron en otro país y a mí me tocó nacer acá”, describe el director.
La particularidad del corto quizá tenga que ver con la idea de trasladar la cosmovisión andina a la costa ribereña. “La cultura andina tiene una conexión muy interesante con la madre naturaleza”, puntualiza Galuk, remitiéndose de inmediato al vínculo que con la ribera tenían los habitantes originarios de Punta Indio, Punta Piedras, Magdalena o Berisso, exterminados por la 'conquista'. “Es algo así como trasladar esa cosmovisión indígena a donde habitaron nuestros originarios, a través de la cultura boliviana, que tanto nexo tiene con la Pachamama”, sostiene en el mismo sentido.
RECORRIDO
Socia creativa y productora general en Riocine, Paula Asprella se refiere a la experiencia gratificante de tener una película con semejante recorrido. “Hay mucho material
circulando y no es fácil quedar seleccionado en festivales de tanto prestigio. Tener este tipo de reconocimientos representa una oportunidad gigante para que la obra haga contacto con otras culturas y genere reflexión en otros campos, trascendiendo otras fronteras para llegar a más espectadores”, manifiesta.
“No tenemos determinado por dónde va la búsqueda. Temáticas y proyectos van surgiendo de manera muy aleatoria. En general los procesos llevan muchos años en los que la búsqueda suele ir transformándose”, refiere al ser consultada sobre la materia que da vida a los trabajos de la productora, anticipando qué propondrá “El silencio en la ribera”, largometraje de cercano estreno.
La película, indica, combinará material experimental de estudiantes de la vieja Escuela de Cine de La Plata que se creía perdido con registros de los integrantes de Riocine,
tomando como inspiración la última crónica que Haroldo Conti escribió sobre Isla Paulino poco tiempo antes de ser secuestrado por la dictadura.
USINA DE IDENTIDAD
Riocine es un grupo audiovisual que se conformó en La Plata en 2009, bajo el amparo de la carrera de Artes Audiovisuales de la Facultad de Artes (UNLP). Sus referentes suelen definirlo como un proyecto comprometido con los relatos regionales y la identidad cultural de la ribera. De hecho, si bien extendieron su terreno narrable a toda la provincia de Buenos Aires, por ejemplo a través de la serie “Paisanos”, el Río de la Plata no deja de estar presente, como un condimento indispensable para acompañar los relatos de la gente que habita sus márgenes.
Los primeros cortometrajes producidos oscilan entre la ficción y el documental. Allí se encuentran desde “Túneles en el Río” (2009), sobre un día de pesca poco fortuito por la crecida del río, a la resistencia de los trabajadores del vino de la costa de Berisso, dispuestos a continuar con la tradición familiar “Viñateros del río”(2010); también el trabajo organizado de una familia uruguaya que vive de la pesca “Sabaleros” (2013), o la historia de una pareja de jóvenes pre universitarios que, antes de separar sus caminos, viven un melancólico último día en la playa “Palo Blanco” (2014).
Estas producciones tuvieron, algunas más que otras, su recorrido internacional y hasta formaron parte de los principales festivales de cine del mundo: Festival de Locarno (Suiza), San Sebastián (España), Viña del Mar (Chile), entre otros. No obstante, las obras que mayor visibilidad tuvieron, sobre todo en nuestro país, fueron dos series documentales, de ocho capítulos cada una, financiadas por el Estado nacional y el INCAA en el marco de los Concursos de Fomento de la Televisión Digital Abierta (TDA): Olvidados del río (2011) y Paisanos (2012).
Por Walter Szumilo
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