Paula Almerares y Rubén Martínez son platenses y están casados desde hace más de veinte años. Pero además de una vida en común, los une otra pasión: la ópera. Ambos son cantantes y tuvieron su debut en el Teatro Argentino de La Plata.
Por Floriana Assenti
Ella pertenece a una familia de artistas de tres generaciones. Su padre conformó el Cuarteto de Cuerdas Almerares y su madre era primera bailarina en el teatro. De chica, no sabía que iba a inclinarse por el canto y la ópera, pero tenía en claro que iba a viajar. A partir de los 14 años comenzó a formarse con la profesora Myirtha Garbarini, y luego continuó estudiando en Francia con Janine Reiss, a quien atribuye su "click" en la consolidación técnica y vocal. Más tarde llegaría el debut en el Teatro Colón, de la mano de Alfredo Kraus, y las presentaciones con figuras como Plácido Domingo. También las actuaciones y el reconocimiento en distintos teatros del mundo y hasta la distinción como Ciudadana Ilustre en la ciudad que la vio nacer.
Él, hijo de inmigrantes italianos. Su padre era boxeador y su madre ama de casa. Había decidido comenzar la carrera de Ingeniería, al igual que sus tíos. Pero la música siempre le había gustado y a los 14 años, con su primer trabajo, se compró una guitarra. Unos años más tarde ingresó al Conservatorio de música Gilardo Gilardi. A partir de allí intercaló su formación musical en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón con sus estudios como ingeniero, hasta que se volcó completamente por el canto y los escenarios. Luego, también vendrían las actuaciones en distintos países y las premiaciones nacionales e internacionales. Su carrera se complementaría con los estudios en escenografía, y fue así como llegó a desempeñarse como Director escénico en gran cantidad de obras.
Juntos, debaten sobre algunos conceptos del ámbito de la ópera y de la cultura en general. Reflexiones, anécdotas y un poco de historia.
¿Qué piensan de la ópera y del público que la disfruta? Siempre se dice que es un género elitista.
Paula: Yo pienso que la ópera es algo elitista, pero también rescato que ahora hay bastantes jóvenes. Se hace mucha ópera contemporánea, que está orientada a un público justamente más joven, y que busca una sonoridad diferente o experimental. También hay nuevas formas de hacer ópera, donde las puestas en escena adquirieron mayor relevancia y eso cambió mucho el interés de la gente. Antes se pintaba un telón, los artistas estaban adelante parados y nada más. Ahora está la traducción, las proyecciones, los elementos multimedia. Hasta hay agua. De hecho yo he cantado en Italia con el agua hasta las rodillas.
¿Cómo se ponen en juego dentro del discurso de la ópera, la figura del hombre y de la mujer?
Rubén: Creo que es según la época. Si hablás de la época Renacentista esas figuras tienen un lugar, si hablás del Romanticismo otro, y pasando al Siglo XX también cambia. También depende del compositor, ya que había algunos que eran más osados. La mujer no siempre fue considerada el "sexo débil". En Fidelio, de Beethoven, la mujer va a salvar al hombre que estaba preso. En ella está representado el sentimiento puro, y la decisión de dar su vida por un amor ideal. Por lo general está presente el amor de la mujer hacia el hombre, que de alguna manera se muestra glorificado. Pero también está el amor del hombre hacia la mujer, aunque es menos frecuente y es un poco más terrenal, pero también es un amor puro.
Paula: En el Romanticismo, por ejemplo en Tosca de Puccini, también el personaje femenino va y hace de todo para salvar a su amor. Pero en cambio en Mozart se deja a la mujer como si fuera una hormiguita. Se mofa de ella, o por decirlo de alguna manera, la cosifica. Después tenés obras muy al estilo novela, en donde decís "no puede ser que la mujer se deje pegar así por este hombre". Y eso también sirve para preguntarnos qué pasaría con esta escena hoy. O bien podemos pensar que sigue siendo así hoy en día, con las mujeres golpeadas.
¿Cómo ven la escena en nuestro país y en el exterior?
Paula: Está pasando de todo, porque hay mucho cambio general, en el mundo. Afuera hay mucha experimentación, esto de hacer una ópera romántica contemporánea, lo cual a veces es aceptado por el público, y otras veces no. Las obras dicen que el personaje murió de lepra o de tisis, y de repente en las óperas modernas se reversiona diciendo que murió de Sida. Yo de todos modos creo que en algunos casos, esto de buscar la experimentación se termina transformando en "demodé", porque todo el mundo está detrás de esos pequeños detalles que después no se entienden bien. Para que la ópera funcione, se tiene que abrir el telón y la gente tiene que entender.
Rubén: En general el mundo cambió y la cultura cambió, lo cual incide en todos los ámbitos, sea la ópera, el teatro, la pintura, etc. Por la crisis y por el problema deficitario consecuencia de la mala administración, muchos teatros en Europa cerraron. El hombre se ocupa más en construir armas que en construir cultura. Todo esto tiene un clima de destrucción, entonces lo que nos queda para transmitir cultura es el arte, y sobre todo la música.
¿Qué cambios hacen falta para seguir abriendo el circuito?
Rubén: El tema de la ópera es que no es mediática, o no tiene tanta difusión. Yo creo que le hace falta publicidad y apertura. Por ejemplo, recuerdo que cuando fui a Venezuela conocí al Ministro de Cultura José Antonio Abreu, que en los años 90 entregaba instrumentos en las escuelas primarias. Ahí comenzó el sistema de orquestas venezolanas y justamente salió la Orquesta Juvenil Simón Bolívar, que va por todo el mundo y de la cual surgió el gran director Gustavo Dudamel.Yo pensaba adentro mío: "Que bueno este sistema para nuestro país". Y con el tiempo llegó. En el 2005 se fundó la Orquesta de Florencio Varela, que empezó con diez chicos, y ahora son ochocientos. Hay muchos proyectos así: está La Orquesta Escuela de Chascomús, de Berisso, etc. La idea de entregar instrumentos es dar dignidad
Pensando en la idea de que el artista - y sobre todo el cantante con su voz- tiene un don. ¿Qué creen que se hace con ese don?
Paula: Yo, al menos en lo personal, cuando estoy en un escenario tengo la sensación de una energía que uno da y que vuelve. Pienso que es un don y que lo que tengo que hacer es conectarme con el cosmos. Cuando canto me voy a un lugar y me conecto. En los momentos más dramáticos de mi vida, ese es el lugar donde yo puedo sentirme bien. Es un momento de entrega. Eso es para mí cantar.
Rubén: Compartimos este don. Uno no sabe bien de dónde viene. Nosotros le llamamos Dios, otros le llaman Ala, otros le llaman Jehová, otros le llaman cosmos, otros infinitos y otros simplemente 'ser humano´. Yo creo que la voz es el don más grande que el hombre puede tener. Por eso seguimos haciendo arte, y queremos dejar un mensaje. Yo generalmente pienso eso: qué mensaje voy a dejar. No lo hago para mí, lo hago también como parte de esa entrega. El público siempre tiene que recibir lo mejor de nosotros, y a su vez nosotros nos alimentamos del público y de su aplauso.
Fotos por Roberto Borda